viernes, 19 de febrero de 2016

Escribo esta entrada mientras escucho el mejor disco de los Black Keys (Brothers), según mi criterio, claro y tras enterarme de la muerte de Harper Lee, autora de Matar a un ruiseñor. 
Tenía pensado hablar de otro de mis grandes placeres, el cine y lo haré, pero tenía que comentar algo sobre esa gran película que es Matar a un ruiseñor.

Cuando la vi en la televisión recuerdo que me fascinó la historia, la niña y su hermano descubriendo el mundo de los mayores con la mirada de unos renacuajos. Esa voz de Scout  llamándole por su nombre de pila… y ese padre, el gran Atticus. El espectador, o por lo menos así lo sentí yo, se siente identificado con Scout. He de reconocer que no recuerdo muy bien la película, pero si recuerdo la sensación de haber visto una obra maestra del cine. Tendré que recuperarla, a ver si la ponen en la tele.

Volviendo al tema original de este post…

Las dos últimas semanas he visto la última película de Quentin Tarantino Los odiosos ocho y la última de Alejandro G. Iñárritu El renacido. Ambas ambientadas hacia 1800 en Estados Unidos, son películas totalmente opuestas, pero con ciertos puntos en común, como es la época en la que se desarrollan las historias, el frío y la nieve y que ambas son historias de hombres, a pesar de que en la de Tarantino esté Jennifer Jason Leigh.

La primera es una gran película, larga, pero enorme. Un gran casting, unos grandes diálogos y un gran montaje marca de la casa. Me reí bastante.

Aunque el frío y la nieve está muy presente en la película de Tarantino, los personajes enseguida se meten en una fonda/cabaña para pasar la noche, lo que convierte la película casi en una obra de teatro, todos los personajes en un mismo espacio cerrado y como dice el título cada uno peor que el anterior.

En cambio, en la de Iñárritu, el paisaje es fundamental, madre mía que vistas, que fotografía. La nieve y el frío es algo tan presente que casi pasé frío al verla, igual me pasó con Nadie quiere la noche de Isabel Coixet. Y la historia me cautivó, ese amor por la naturaleza, por los indios, por la quietud, me recordó a Dersu Uzala.

La película dura 10 minutos menos que la de Tarantino (167 min), pero no quitaría ni una coma. A pesar de que no tiene demasiados diálogos, pasan bastantes cosas a lo largo de esos 157 minutos de metraje. Di Caprio está que se sale, como en muchas de sus últimas películas, como no gane el Óscar, será de traca, por que precisamente su actuación en pura, pocos diálogos, y mucha actuación con el cuerpo, con los ojos, con los gestos. No es el único que se sale, su antagonista también lo da todo para que no le tengas ningún aprecio.

En definitiva, hoy es un día triste para la literatura estadounidense, pero también es un día como otro cualquiera perfecto para ir al cine y evadirse con Tarantino y sus Odiosos ocho o disfrutar de la película del momento El renacido.

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